El pensamiento político medieval estuvo profundamente influenciado por la filosofía cristiana y las enseñanzas de la Iglesia. Dos de los filósofos más influyentes de esta época, San Agustín de Hipona y Santo Tomás de Aquino, desarrollaron teorías que buscaron reconciliar la filosofía griega y romana con la teología cristiana. Sus obras no solo dieron forma a la política y el derecho medieval, sino que también sentaron las bases para el desarrollo posterior del pensamiento político en Europa.
En este artículo, exploraremos las ideas políticas de San Agustín y Santo Tomás de Aquino, y cómo sus concepciones sobre la relación entre el poder temporal y el poder divino influyeron en la organización del Estado medieval.
1. San Agustín de Hipona: La Ciudad de Dios y el Poder Terrenal
San Agustín (354-430) es considerado uno de los padres de la Iglesia y su obra más influyente en el ámbito político es “La Ciudad de Dios” (De Civitate Dei). Escribió esta obra en respuesta a las acusaciones que sostenían que el cristianismo había debilitado al Imperio Romano, lo que contribuyó a su caída. A lo largo de su vida, San Agustín reflexionó sobre la relación entre el hombre, la política y la religión, buscando dar sentido a la posición del ser humano dentro de un mundo gobernado por el pecado y la corrupción.
1.1 La Ciudad de Dios vs. La Ciudad Terrenal
En “La Ciudad de Dios”, San Agustín establece una distinción fundamental entre dos “ciudades” o reinos que coexisten en la tierra:
- La Ciudad de Dios: Representa a la comunidad de los creyentes que están destinados a la salvación y que viven según la ley divina. Esta ciudad no es un lugar físico, sino una comunidad espiritual que busca alcanzar la vida eterna en unión con Dios.
- La Ciudad Terrenal: Es el reino de los hombres, caracterizado por la ambición, el poder y los deseos mundanos. En este reino, los seres humanos buscan el poder temporal, pero están sujetos al pecado y la corrupción.
San Agustín sostiene que, aunque la Ciudad Terrenal es imperfecta y a menudo está marcada por la injusticia y la violencia, es necesaria para mantener el orden y la paz en un mundo caído. El papel del gobierno es contener el mal y garantizar la seguridad, pero nunca podrá alcanzar la verdadera justicia, que solo existe en la Ciudad de Dios.
1.2 El Gobierno y el Pecado Original
El pensamiento político de San Agustín está profundamente marcado por su concepción del pecado original. Según su teología, tras la caída de Adán y Eva, la naturaleza humana quedó corrompida y el hombre se volvió propenso al mal. En este contexto, el gobierno terrenal se convierte en un instrumento necesario para contener el mal y evitar que el caos y la violencia dominen la vida humana.
San Agustín no veía el poder político como algo intrínsecamente bueno o malo, sino como una necesidad derivada de la imperfección humana. El Estado debe imponer leyes y castigos para garantizar un mínimo de paz y orden en la sociedad, aunque nunca será capaz de crear un reino perfecto en la tierra.
1.3 La Relación entre el Poder Terrenal y el Poder Divino
San Agustín reconocía la importancia del poder político, pero siempre lo subordinaba al poder de Dios. Para él, el verdadero propósito del Estado era ayudar a los hombres a vivir en paz, de modo que pudieran concentrarse en su vida espiritual y en la búsqueda de la salvación. En este sentido, la política terrenal era solo un medio temporal que debía estar alineado con los principios cristianos.
Esta visión dualista de San Agustín, que distingue entre la Ciudad de Dios y la Ciudad Terrenal, influyó en gran medida en la concepción medieval del poder, donde la Iglesia y el Estado se veían como instituciones separadas, pero con una relación compleja de mutua influencia. La Iglesia era vista como la encargada de guiar a las almas hacia la salvación, mientras que el Estado tenía la tarea de mantener el orden temporal.
2. Santo Tomás de Aquino: La Ley Natural y el Bien Común
Santo Tomás de Aquino (1225-1274) fue uno de los filósofos más importantes de la Edad Media y su obra representó un punto culminante en la integración de la filosofía aristotélica con la doctrina cristiana. A través de su obra más conocida, “Summa Theologica”, Santo Tomás ofreció una visión más sistemática y optimista del papel del gobierno y la ley en la vida humana, en comparación con San Agustín.
2.1 El Ser Humano como Animal Político
Al igual que Aristóteles, Santo Tomás sostenía que el ser humano es un animal político (zoon politikon), lo que significa que está naturalmente inclinado a vivir en comunidad y a organizarse políticamente. Para él, el Estado no era solo una consecuencia del pecado, sino una institución natural destinada a ayudar a los seres humanos a alcanzar el bien común.
Para Santo Tomás, el bien común era el fin último de la sociedad política. El Estado tenía la responsabilidad de promover las condiciones necesarias para que los individuos pudieran vivir vidas virtuosas y alcanzar su plena realización como seres humanos. Esto incluía garantizar la paz, la justicia y el bienestar material.
2.2 La Ley Natural
Uno de los aportes más significativos de Santo Tomás al pensamiento político es su doctrina de la ley natural. Según esta teoría, la ley natural es un conjunto de principios morales que son inherentes a la naturaleza humana y que pueden ser descubiertos mediante la razón. Estos principios son universales y atemporales, y constituyen el fundamento de todas las leyes humanas.
La ley natural, según Santo Tomás, deriva de la ley eterna de Dios, pero puede ser conocida por todos los seres humanos, independientemente de su fe religiosa, a través de su capacidad de razonar. Este concepto permitió a Santo Tomás desarrollar una teoría del derecho que podía aplicarse tanto en contextos religiosos como seculares.
Las leyes humanas, argumentaba Santo Tomás, debían estar en consonancia con la ley natural para ser justas. Si una ley humana contradecía la ley natural, no tenía valor y no debía ser obedecida. Este principio sentó las bases para la teoría del derecho natural, que influiría en el pensamiento jurídico y político durante siglos.
2.3 La Jerarquía de las Leyes
Santo Tomás de Aquino desarrolló una jerarquía de leyes que reflejaba su visión del orden moral y político:
- Ley Eterna: La ley divina que gobierna el universo y es conocida solo por Dios.
- Ley Natural: Los principios morales que derivan de la ley eterna y son accesibles a la razón humana.
- Ley Humana: Las leyes creadas por los gobernantes para regular la vida en sociedad, que deben basarse en la ley natural.
- Ley Divina Revelada: Las leyes contenidas en las Escrituras y la enseñanza de la Iglesia, que guían a los seres humanos hacia su salvación.
2.4 El Gobierno y la Justicia
Santo Tomás, a diferencia de San Agustín, tenía una visión más positiva del gobierno humano. Si bien reconocía que el pecado había corrompido la naturaleza humana, creía que el Estado podía desempeñar un papel importante en la promoción de la justicia y el bien común. El gobierno no solo debía garantizar la paz y el orden, sino también promover la virtud entre los ciudadanos.
En su visión del Estado ideal, Santo Tomás favorecía una monarquía limitada, en la que el rey gobernara de acuerdo con las leyes divinas y naturales. Sin embargo, también reconocía el valor de otras formas de gobierno, como la aristocracia y la república, siempre que estuvieran orientadas hacia el bien común.
2.5 La Relación entre Iglesia y Estado
Al igual que San Agustín, Santo Tomás veía la Iglesia y el Estado como instituciones separadas, pero interdependientes. La Iglesia tenía la misión de guiar a los seres humanos hacia su salvación espiritual, mientras que el Estado debía ocuparse de los asuntos temporales. Sin embargo, para Santo Tomás, el Estado debía someterse a la autoridad moral de la Iglesia en cuestiones que afectaran el bienestar espiritual de los ciudadanos.
Este concepto de doble poder fue central en la política medieval, donde el papado y las monarquías a menudo competían por el control sobre el orden moral y político. La teoría de Santo Tomás ofreció una justificación filosófica para la supremacía de la Iglesia en asuntos espirituales, al mismo tiempo que reconocía la autonomía del Estado en los asuntos seculares.
3. Influencia del Pensamiento Político Medieval
El pensamiento político de San Agustín y Santo Tomás de Aquino tuvo un impacto duradero en la Edad Media y más allá. San Agustín influyó en la idea de que el Estado debía ser un instrumento para contener el mal y garantizar el orden en un mundo caído, mientras que Santo Tomás desarrolló una visión más positiva del Estado como una institución natural destinada a promover el bien común y la justicia.
Ambos filósofos sentaron las bases para la teoría del derecho natural, que sería fundamental en el desarrollo del derecho y la filosofía política occidental. La distinción entre el poder temporal y el espiritual, que ambos defendieron, continuó siendo una cuestión central en la política europea durante siglos, especialmente en las tensiones entre papas y monarcas.
Conclusión
El pensamiento político medieval, como lo desarrollaron San Agustín y Santo Tomás de Aquino, refleja un esfuerzo por reconciliar la teología cristiana con las necesidades políticas y sociales de su tiempo. Sus ideas sobre la justicia, el bien común, la ley natural y la relación entre Iglesia y Estado siguen siendo relevantes en el debate político contemporáneo, especialmente en temas relacionados con la moralidad, el derecho y la legitimidad del poder.